Un 12 de abril de 2019 cedí la presidencia de la asociación que gestionaba con el convencimiento de que la labor más importante que estaba realizando en mi vida, la de cuidar a los perros y gatos del albergue municipal de esta ciudad, quedaba en buenas manos. Lo hice con determinación, pero también con el dolor de abandonar aquello que me había acompañado a lo largo de los últimos 15 años.
Esa asociación, La Camada, nació en 1997. A lo largo del mes de septiembre, la junta directiva ha celebrado los 20 años que lleva gestionando el albergue municipal de Guadalajara. Y no es para menos. Fue un inolvidable 15 de junio de 2002 cuando se inauguraba el albergue municipal de recuperación de animales abandonados estando desde sus comienzos y hasta el día de hoy gestionado por una protectora, La Camada. Esta fecha es muy importante porque para un perro o gato marca la diferencia entre acabar sus días en una perrera o una protectora. Perrera es sinónimo de miedo, de dolor, de tristeza, de soledad, de sufrimiento y de muerte innecesaria e injustificada. Protectora es sinónimo de defensa de los derechos de los animales, de respeto, de dignidad, de vida, de afecto, de bienestar, de segundas oportunidades y de humanidad.
En el año 1994, varias personas que colaboraban con distintas asociaciones protectoras y que contemplaban el horror que se vivía en la afortunadamente extinta perrera, ubicada la carretera de Fontanar, vieron la necesidad de crear un lugar para recibir a los perros y gatos abandonados. Ese mismo año se presenta al Ayuntamiento un proyecto para la construcción de un refugio en Guadalajara, pero las conversaciones no llegan a buen puerto y el proyecto se detiene. Esas mismas personas deciden unirse y un 5 de diciembre de 1997 se constituye La Camada como asociación encabezada por la que durante 17 años fue su presidenta, Ascensión Moranchel. Y La Camada empieza a funcionar en la ciudad con casas de acogida, con residencias caninas y, sobre todo, sacando de la perrera todos los perros que podían permitirse. Durante 5 años, de una manera incansable, con seriedad y con responsabilidad, esas personas creen en un sueño y creen que es posible llevarlo a cabo.
En medio de este esfuerzo mayúsculo, el proyecto de construir un albergue se vuelve a presentar ante el Ayuntamiento, y en esta ocasión alguien también creyó que era posible un proyecto de bienestar animal para los animales de su localidad: el equipo de gobierno encabezado por José María Bris. Ese día ese sueño empezó a hacerse realidad.
Se dice, se rumorea, que el mismo 15 de junio el primer habitante del refugio fue un gato pelirrojo llamado Toby para el que su futuro dio un vuelco porque su destino tras recibir una paliza ya no fue la calle, fue un hogar: el albergue municipal.
Aquí sentada, recuerdo el agotamiento que producían la llegada de camadas indeseadas de gatos a las instalaciones. El segundo motivo de abandono en gatos de este país. Las condiciones sanitarias en las que llegan los cachorros rasgan el corazón, el sufrimiento de las madres por no poder atender a sus crías es obsceno, y la ansiedad que genera no poder atender a los centenares de cachorros acogidos cada año minoran en las personas que los cuidan su bienestar.
Rememoro cuando la frustración se apoderaba de mí por no poder asumir todo lo que nos rodeaba, pensando que no podíamos salvar a todos. Pero yo quiero creer que sí, que dejamos pocos en el camino, aquellos de los que no me olvidaré nunca. Como del equipo que, luchando contra las adversidades, logró alcanzar el sueño de constituir una asociación para gestionar el albergue municipal, única opción ética que podemos contemplar para el bienestar animal en cualquier lugar del mundo.
Me uno a la junta directiva de la protectora en la celebración de un proyecto que lleva en marcha ya 20 años. Se llama Asociación protectora de animales y plantas La Camada, la única camada deseada que debería llegar a gestarse.