No puedo vivir sin ti
María Tello
Escritora y ex presidenta de La Camada
Frecuento una estación de metro en la gran ciudad donde el trasiego de ciudadanos es constante, donde apenas eres consciente de lo que está ocurriendo a tu alrededor. Sin embargo, siempre estoy atenta cuando hay cuatro patas en el asunto. Y había cuatro apoyadas en el suelo. Al lado de una persona que, por su aspecto, me hizo sospechar que no dormía bajo techo.
Al acercarme, el can se incorpora y me olisquea sin pudor. El chico que lo acompaña tira de la correa que sujeta su cuello para alejarlo de mí pensando que el perro va a incomodarme. Con un gesto de la mano le indico que no es necesario y ambos se quedan mirándome extrañados. No he señalado que el perro es de esos mal denominados perros potencialmente peligrosos, con una corpulencia imponente y todas las ganas del mundo por recibir unos mimos. Les cuento, a la vez que reparto caricias, que tengo una perra de esas con un tórax increíble que consigue que la gente se retire de nuestro paso al verla. Por eso no necesito que lo sujete, su perro no es el hecho que me escandaliza, lo que necesito entender es por qué se encuentran viviendo en la calle.
A pesar de que conozco la respuesta, le pregunto dónde duermen, si lo hacen en algún refugio. “Con Rocky no es fácil”, responde. Mientras conversamos intento comprobar si el perro está totalmente consciente o tiene cualquier síntoma de aturdimiento o de haber ingerido alguna droga. Sí, sucede con muchas de las personas que piden limosna acompañados de un perro descansando aparentemente a su lado, pero que realmente se encuentra drogado. Perros que, producto de robo o falsas adopciones, se les asignan a mendigos porque con la empatía que esta sociedad siente por los de cuatro patas, tienen mayor visibilidad de los viandantes y mayor recompensa económica. Durante ese tiempo el perro solo obtiene maltrato continuado hasta su silenciosa desaparición. No es el caso de Rocky.
El estudio sobre el vínculo familiar que se establece entre personas en situación de vulnerabilidad y sus animales realizado por Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales, FAADA, junto a la Cátedra Fundación Affinity Animales y Salud de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y la Fundación Affinity confirma que “los animales de compañía son una gran fuente de apoyo social y emocional para las personas sin hogar”. Lo indican el 74% de los encuestados. Una de las preguntas efectuadas en el estudio les plantea indicar “quién creen que jamás les abandonaría y quién permanecería siempre a su lado”. La respuesta es clara para el 93%: su perro. Dicho estudio informa que la obligación de cuidar a su animal y su compañía hace sentirse útiles a sus cuidadores, además de que recibir sus muestras de cariño provoca que la soledad sea menor enemiga.
FAADA lleva ya seis años de trabajo en Barcelona gestionando el programa #MejoresAmigos dirigido a personas en dicha situación de vulnerabilidad, cuya principal baza es la formación rigurosa a las administraciones, verdaderas responsables de estos ciudadanos. Un modelo de gestión que quieren hacer llegar al resto de provincias españolas.
El Centro de Atención Residencial Betania ubicado en nuestra ciudad, dentro del programa de atención a personas sin hogar que Caritas Guadalajara dispone para atender a quienes están en situación de vulnerabilidad, trabaja, en la actualidad, en la construcción de un espacio para albergar a los animales de compañía que tengan a su cargo. Mientras, ante los casos que puedan llegar a su centro, buscan solución inmediata en las redes cercanas de la persona afectada y, como segunda opción, en el albergue municipal, que atiende a estos animales hasta que su propietario vuelve a recuperarlos reiniciando su vida juntos nuevamente.
A la vez que Juan recoge el vaso con monedas que Rocky ha dejado caer con el movimiento enérgico de su rabo, me siento junto a ellos. Susurro que todo sería más fácil sin responsabilidades a su cargo. Juan se pone serio a la vez que me dice “a mi amigo no lo dejo, lo cuido”. En ese momento Rocky mira a Juan y Juan mira a Rocky y, con sus miradas, parecen decirse que no pueden entender la vida el uno sin el otro.