Suerte
María Tello
Escritora y ex presidenta de La Camada
El pasado de la gata Suerte es desconocido, apareció hace unos tres años en Alovera, en un terreno abandonado. Sus tres cachorros la acompañaban. Logró sacar adelante a dos de ellos, del tercero no se supo más. Y con dotes de superviviente felina se adaptó a ese nuevo territorio donde pudo iniciar una nueva vida gracias a que una cuidadora de colonias felinas comenzó a proporcionarle alimento. Suerte se mantuvo siempre muy cerca de Margarita, la mano que le daba de comer. Y en ese momento emprendió una nueva vida, se dotó de un pasado.
Los vecinos la conocían, poco a poco su ternura la visibilizó. Los chavales se acercaban a estar con ella cuando salían de clase, me cuenta Margarita. Ella se había adaptado a esa vida y las personas que la rodeaban también. Cada uno en su sitio, respetando el espacio que le correspondía.
Alovera es una de esas localidades de Guadalajara que atiende a sus colonias felinas. No le resultan indiferentes los gatos comunitarios de sus calles, aquellos abandonados, producto de una mala práctica por parte de personas que los han dejado allí, a su suerte. Desde hace años conozco a Gema León, responsable de sus cuidados y a parte del grupo de cuidadores que la acompaña en esta ingente labor. Practican el método CER, no solamente con la esterilización del animal, sino también con su alimentación y atención veterinaria. Controlan su censo y les proporcionan un lugar donde vivir dignamente.
Pero no están solos, en ese quehacer diario el consistorio les apoya, la mayoría de los vecinos les respetan y ambos les dejan actuar. Y ese “dejar trabajar” está dando resultado. Cuando empezaron a organizarse en la localidad había colonias gigantes, descontroladas. Lo que suponía camadas indeseadas constantes, pasar hambre y sufrir enfermedades sin la atención veterinaria adecuada. En el año 2021, Gema cogió las riendas de su proyecto personal de vida, los cuidadores se organizaron y, a día de hoy, sus actuaciones se van viendo plasmadas en el bienestar de los gatos comunitarios.
Suerte era gata CER de la localidad. El 21 de enero por la mañana, poco antes de las nueve, cinco perros acabaron con su vida. De una manera cruel, con minutos de agonía y con la incomprensión de verse atacada cuando lo que había conocido era el cuidado de sus vecinos. A excepción de uno, el más irresponsable de todos. Aquel que descuidó a sus propios perros dejándolos campar a su suerte fuera de su hogar, poniéndolos en peligro con los riesgos que la calle proporciona. A ellos y a otros seres que puedan cruzarse en su camino.
Mi primera preocupación al conocer el suceso fue saber la situación de los canes, si las otras cinco víctimas de esta historia estaban localizadas y seguían vivas. Su imagen en el momento que ocurrieron los hechos se divulgó en redes sociales y soy consciente de cómo actúan los propietarios de los galgos utilizados para la caza cuando ya no son útiles. Ni imaginar quiero qué les ocurrirá cuando traen a su dueño un problema mayor.
Suerte no podrá volver a formar parte de la próxima “cena-lata” de Navidad donde sus alimentadoras le daban un menú especial para celebrar dicha festividad; tampoco los niños de la localidad tendrán la oportunidad de volver a tocarla, de mostrarle su cariño, de recompensarla de alguna manera del abandono sufrido.
En contraposición a la cobardía del vecino que no se responsabiliza de sus actos y que no ha evitado esta muerte conocida -ni imaginar quiero cuántas más habrá en su currículum-, aplaudo la valentía de las gestoras que han gritado en alto la injusticia ocurrida a su gata CER, también la actuación de un ayuntamiento que ha interpuesto denuncia sobre los hechos.
El caso de Suerte no es un caso aislado, aunque no por ello resulta menos doloroso. Me reconforta saber que en los últimos años de su vida tuvo todo el amor de vecinos y cuidadoras. Y eso no es poco. Viviendo en la calle ese cariño es lo mejor que pudo ocurrirle.